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Capítulo III – El Modelo Espirita

1. Dificultades y ambigüedades

D.K. - “Al afirmar que “Para las cosas nuevas se necesitan nuevas palabras. Así lo requiere la claridad en el lenguaje, con el fin de evitar la confusión inseparable del sentido múltiple dado a los mismos términos” (“El Libro de los Espíritus”-Introducción), Allan Kardec pretendía proteger las ideas espiritas que lanzaba, de los vicios del lenguaje cristiano. Él sabía de la fuerza y del poder de las palabras, y el lenguaje cristiano estaba clara y perfectamente establecido en la cultura y en la mente de las personas, condicionadas por la autoridad religiosa, por el peso de la verdad revelada y reafirmada milenariamente.

Por eso, él quería desvincular el lenguaje espirita del lenguaje católico, el cual, en esencia, contraría el sentido revolucionario del Espiritismo.

F.E. - No es fácil -al menos para nosotros- discernir exactamente cuál era la intención última de Kardec al proponer nuevas palabras para definir nuevos conceptos. No nos atreveríamos a afirmar si lo hizo para desmarcarse, en forma exclusiva, de las definiciones cristianas o, simplemente, lo hizo para concretar de forma inequívoca el significado de esos conceptos.  A la vista del párrafo siguiente, cuando Kardec discurre acerca del significado de la palabra alma (“El Libro de los Espíritus”, Introducción, II), nos inclinaríamos por la segunda posibilidad; es decir, que simplemente definió para concretar: “Puesto que la palabra alma ha de aparecer con frecuencia en el transcurso de esta obra, importaba determinar con precisión el sentido que le damos, a fin de evitar todo posible equívoco.” Evidentemente, al definir también se estaba alejando, de forma inevitable, de las concepciones religiosas de estos conceptos.

Encontramos muy acertado resaltar el aspecto revolucionario del Espiritismo. Sin duda el Espiritismo ha de obrar –cuando la madurez de los espíritus encarnados en este planeta, así lo propicie- una verdadera revolución en la forma de entender la vida y el encaje de esos formidables temas como son: libertad, igualdad, fraternidad, justicia, progreso y responsabilidad.

D.K. - “Afirmando que el Espiritismo era “una ciencia objetiva”, él tenía la intención de crear un universo lingüístico que justificase la “revolución” que se proponía realizar. Sin embargo, a pesar de su innegable talento y determinación, su deseo de crear un nuevo lenguaje, una forma nueva de nombrar la naturaleza, la persona y el futuro, no pudo concretarse.

F.E. - No somos capaces de recordar en qué texto de Kardec se menciona que el Espiritismo es una ciencia objetiva. Sin embargo, podemos ahondar un poco en esta cuestión. ¿Qué hemos de entender por “ciencia objetiva”? A bote pronto, lo primero que se nos ocurre es relacionar esa expresión con las ciencias exactas y naturales (Matemáticas, Física, Química, Geología, Botánica,…); ¿podríamos incluir el Espiritismo en ese conjunto de ciencias? Evidentemente no, ya que “El Espiritismo es al mismo tiempo una ciencia de observación y una doctrina filosófica. En cuanto ciencia práctica, consiste en las relaciones que es posible establecer con los Espíritus. Como filosofía, abarca todas las consecuencias morales que de dichas relaciones emanan” (¿Qué es el Espiritismo?, Preámbulo). Por lo tanto, y teniendo en cuenta quienes son los sujetos de esa investigación científica en el Espiritismo[1], o sea los Espíritus, la ciencia espiritista más bien se acerca al ámbito de las ciencias humanas (Antropología, Psicología, Filosofía, Sociología,…). Lo que sí debe prevalecer es la asunción de trabajar bajo los preceptos del método científico, lo que nos evitará caer en las redes de la credulidad, de los endiosamientos y de las falacias de ciertos Espíritus.

D.K. - “No consiguió mantener un lenguaje estrictamente revolucionario del pensamiento espirita. Después de “El Libro de los Espíritus” y de “El Libro de los Médiums”, a partir de 1864, él editó una serie de libros típicamente volcada hacia las bases de la religión católica: “El Evangelio según el Espiritismo”, “El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo” y “La Génesis o los Milagros y las Predicciones según el Espiritismo”.

F.E. - Es verdad que, después de la publicación de las obras básicas del Espiritismo: “El Libro de los Espíritus”, “El Libro de los Médiums” y “¿Qué es el Espiritismo?” [2], Allan Kardec parece dar un giro evidente a la índole de los temas a tratar. Ello nos ha de llevar a preguntarnos por qué se dio este, por lo menos aparente, cambio de criterio.

Y a propósito de este comentario, insertamos a continuación este texto con el fin de poder expresarnos con mayor amplitud:

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KARDEC Y EL CRISTIANISMO

David Santamaría

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Muchas veces nos hemos preguntado la razón de este cambio de orientación en la temática expuesta por Kardec en sus obras, a partir de 1864. Cambio que se plasma especialmente a partir de su obra “Imitación del Evangelio según el Espiritismo”, publicada en abril de 1864[3].

Jaci Regis afirma que tanto esta obra como las siguientes publicadas por Kardec están: “típicamente volcadas hacia las bases de la religión católica”. Realmente, esta es una de las opciones que pueden barajarse para intentar entender su publicación. Es perfectamente posible que Kardec intentara acercar los principios espiritistas a los creyentes cristianos, y ¿qué mejor manera de hacerlo que incidiendo en los aspectos menos polémicos de la vida de Jesús -es decir, en la faceta moral- para empezar este acercamiento[4]? ¿Sería ello contraproducente o fuera de lugar? En sentido estricto, no. No podemos olvidar que los aspectos morales se tornan más comprensibles desde la óptica del Espiritismo. Por ello, a priori, no pareciera fuera de lugar la intención de Kardec. Sin embargo, a través de la obra, nos encontramos con algunos párrafos que llevan a confundir los ámbitos espiritista y cristiano en uno solo; por ejemplo:

“El Espiritismo bien comprendido, pero sobre todo, bien sentido, conduce forzosamente a los resultados (…) que caracterizan al verdadero espiritista como al verdadero cristiano, siendo los dos una misma cosa. El Espiritismo no viene a crear una moral nueva; facilita a los hombres la inteligencia y la práctica de la de Cristo, dando una fe sólida e ilustrada a los que dudan o vacilan.” (“El Evangelio según el Espiritismo”, cap XVII, núm. 4)

O sea, que verdadero espiritista y verdadero cristiano serían una misma cosa. Ciertamente no estamos de acuerdo con esta apreciación, ya que cerraría la puerta de esta Idea Universal que es el Espiritismo a personas de otras procedencias, religiones o credos. Como ya enseñaba el pionero espiritista español, José María Fernández Colavida: “el Espiritismo ha de serlo a secas, sin adjetivos calificativos como cristiano o francés.”

Otro texto que siempre nos ha llamado poderosamente la atención es la comunicación -del Espíritu de Verdad- inserta al principio de esta obra. Anotó Kardec a pie de página: “Esta instrucción, obtenida mediúmnicamente, resume a la vez el verdadero carácter del Espiritismo y el objeto de esta obra, por cuya razón ha sido puesta aquí como prefacio”. Veamos el texto de esta comunicación:

“Los espíritus del Señor que son las virtudes de los cielos, se esparcen por toda la superficie de la tierra como un ejército inmenso, apenas han recibido la orden; parecidos a las estrellas que caen del cielo, vienen a iluminar el camino y a abrir los ojos a los ciegos.

En verdad os digo, que han llegado los tiempos en que todas las cosas deben ser restablecidas en su verdadero sentido, para disipar las tinieblas, confundir a los orgullosos y glorificar a los justos.

“Las grandes voces del cielo retumban como el sonido de la trompeta, y se reúnen los coros de ángeles. Hombres, os convidamos a este divino concierto; que vuestras manos pulsen la lira; que vuestras voces se unan y que en himno sagrado se extiendan y vibren de una a otra parte del Universo.

“Hombres, hermanos a quienes amamos, estamos a vuestro lado: amaos también unos a otros, y decid desde el fondo de vuestro corazón, haciendo la voluntad del Padre que está en el cielo: ¡Señor! ¡Señor! y podréis entrar en el reino de los cielos.” (Todos los resaltados son nuestros).

La verdad es que no reconocemos en esta comunicación los elementos distintivos de esa ciencia que es el Espiritismo. Comentemos brevemente los resaltados:

  • Se supone que las “virtudes de los cielos” deben ser los espíritus superiores. Esa nomenclatura es extraña al Espiritismo.
  • “en verdad os digo”, es una manera de firmar inequívocamente la comunicación. Nos cuesta creer que, en la actualidad, Jesús empleara los términos contenidos en este mensaje.
  • “los coros de ángeles”. Los ángeles, tal y como enseña el Espiritismo no existen. Este lenguaje -que, hemos visto reflejado actualmente en libros que se presentan como espiritistas- no es propio del Espiritismo y no debería usarse en su contexto.
  • “haciendo la voluntad del Padre que está en el cielo”: Dios no está en el cielo, ya que el “cielo” de las religiones no existe. Dios está en toda la Naturaleza.
  • “podréis entrar en el reino de los cielos”. No se “entra” en los mundos espirituales superiores sino por el trabajo, el esfuerzo y la depuración personal; nunca por las alabanzas que se prodiguen a la Divinidad (“¡Señor! ¡Señor!”).

Realmente, no encontramos en esta comunicación el “verdadero carácter del Espiritismo”. Y, sin embargo, en este libro en cuestión encontramos capítulos magníficos y comentarios doctrinales correctísimos y muy interesantes. Una cosa no quita la otra. Podemos estar en desacuerdo con algunos planteamientos estructurales y, no obstante, reconocer los valores intrínsicos de la obra.

A pesar de todo lo antedicho, la pregunta sigue en pie: ¿Por qué cambió Kardec el rumbo estructural del Espiritismo?

Tal vez, y pensamos que no podemos descartar esta hipótesis, no hubo realmente un cambio de rumbo, sino la aplicación de un plan bien delineado. En primera instancia se cimentó un edificio doctrinal impecable sustentado en “El Libro de los Espíritus” y en “El Libro de los Médiums”. En segundo lugar parece haber habido una aproximación a los aspectos más cercanos de las religiones cristianas, tal vez para asegurar la pervivencia de la idea. Es innegable, como resalta Jaci Regis más adelante, que el Espiritismo en Europa estaba condenado a su práctica desaparición, a pesar de su espectacular crecimiento en sus primeros decenios de vida. El Espiritismo nació en el lugar idóneo, Paris, en el momento adecuado, mediados del gran siglo de los grandes descubrimientos. Pero, con toda seguridad, los Espíritus colaboradores de Kardec debieron prever su declive en algunas décadas. Posiblemente la mejor manera de asegurar su continuidad era ligándolo a aspectos religiosos, para, en un futuro más o menos lejano, recuperar su pureza doctrinaria.

Análogamente hubiera pasado seguramente con la doctrina de Jesús. Si las enseñanzas de aquel gran Espíritu hubieran quedado circunscritas al pueblo judío, probablemente hoy en día no sabríamos ni siquiera quién fue Jesús. Pero, el empuje de aquel importante apóstol que fue Pablo, predicando a infieles, y alejándose de las fronteras judías, propició que la estela de Jesús –con la inevitable alteración de sus ideas por parte de los diversos procesos religiosos- llegara, más o menos pura, hasta nuestros días.

Es probable que el paso por el contexto religioso sea una circunstancia inevitable y necesaria para el posterior desarrollo, en sus delineamientos originales.

Evidentemente, todo lo antedicho es sólo una opinión personal.

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D.K. - “La argumentación es ciertamente espirita, pero el intento de dar una explicación racional a la fe, adjetivando o usando los términos católicos ayudó posteriormente a confundir las cosas… Al afirmar que “Es con razón, pues, que el Espiritismo es considerado como la tercera de las grandes revelaciones” (“La Génesis”, cap. 1, núm. 20) incluyendo al Espiritismo en el supuesto cronograma de las revelaciones divinas dentro del universo cristiano, aprisionó la doctrina al lenguaje católico.

F.E. - Concordamos con la opinión del Dr. Regis. El Espiritismo no es la Tercera Revelación, ya que no podemos olvidar las muy relevantes enseñanzas obtenidas en otros pueblos, enseñanzas como el Islamismo, el Budismo, la Filosofía Yogui.

D.K. – “Eso se tradujo en una mezcla de palabras y significados que, después del fracaso del Espiritismo en Europa, permitió a los místicos católicos brasileños que empuñaron la bandera del Espiritismo, crear un “Espiritismo a la brasileña”, básicamente una religión en el sentido usual de la palabra, defendiendo y manteniendo los símbolos y significados del catolicismo.

“La bandera que bien alto enarbolamos es la del Espiritismo cristiano y humanitario[5]”, escribió Kardec en “El Libro de los Médiums”, (cap. XXIX, núm. 350). Podemos hacer muchas conjeturas acerca de cual era su intención al escribir de esa forma, pero lo que importa es que la expresión “Espiritismo cristiano” se tornó, en Brasil, la identificación misma del Espiritismo.

F.E. - Evidentemente encontramos mucho más correcta y universal la expresión “Espiritismo humanitario”, aunque, como ya decíamos más arriba, el Espiritismo no necesita de adjetivos.

D.K. – “Los que se adhirieron al movimiento espirita sin desvincularse de la marca católica, eligieron a Jesucristo, idealizado por la Iglesia, como el salvador, manteniendo lazos firmes con el catolicismo, aunque lo considerasen un espíritu encarnado, sujeto a la evolución, y no un dios.

F.E. - Pero, a pesar de que tengan claro que se trata de un Espíritu, no por ello dejamos de encontrar textos en los que, prácticamente, se diviniza la figura de Jesús, lo cual sin duda, resta cercanía a esa gran figura de la humanidad.

2. “El Cielo y el Infierno”

D.K. – “Ningún libro de Allan Kardec muestra las dificultades y ambigüedades de la falta de un nuevo lenguaje y de nuevos conceptos desvinculados de la Iglesia, que “El Cielo y el Infierno”.

Editado en 1865, con el subtítulo “La Justicia Divina según el Espiritismo”[6] el libro aborda la propuesta del catolicismo sobre las penas futuras. En él, Allan Kardec analiza los postulados católicos, dando una explicación espirita a los fundamentos del catolicismo sobre el futuro del alma después de la muerte, o sea, los castigos en el infierno y las recompensas en el cielo.

En la primera parte, el autor habla de la muerte, del porvenir, del cielo, del infierno y del purgatorio según la Teología Cristiana. Hace un malabarismo teórico, sin rechazar propiamente esa Teología, pero intentando darle una explicación diferente.

Esa postura contraría lo que él escribió en la primera línea de “El Libro de los Espíritus”: “Para las cosas nuevas se necesitan nuevas palabras”. Insiste en mantener los términos católicos para explicar la justicia divina, y eso se traduce en contradicciones como la que se presenta cuando afirma: “En esa inmensidad sin límites, ¿dónde está, pues, el Cielo? Está en todas partes”[7], lo cual muestra una relación dudosa con la localización física del cielo, recorriendo un camino que lo relaciona con la antigua idea del cielo arriba y del infierno abajo y la Tierra estacionada.

A continuación, elige los mundos superiores como una especie de cielo: “La vida en los mundos superiores es ya una recompensa (…) Allí imperan la verdadera fraternidad, porque no hay egoísmo; la verdadera libertad, porque no hay orgullo; la verdadera igualdad porque no hay desordenes que reprimir, ni ambiciosos que quieran oprimir al débil. Comparados con la tierra aquellos mundos son verdaderos paraísos, son etapas del camino del progreso que conduce al estado definitivo”.[8]

Sería ese el cielo del Espiritismo, en sustitución del cielo católico. Es evidente que las motivaciones son otras, pero el lenguaje es semejante y condicionante.

De la misma forma, afirma: “El Espiritismo no viene, pues, a negar la penalidad futura (…). Lo que destruye es el infierno localizado con sus hornos y sus  penas irremisibles. No niega el purgatorio, puesto que prueba que estamos en él…[9]

Elige el plano extra físico como el lugar donde esas penalidades serían aplicadas: “En el estado espiritual, sobre todo, el espíritu recoge los frutos del progreso logrados  por su trabajo durante la encarnación.”[10]

En definitiva, queda una masa indiferenciada.

F.E. - A pesar de todo lo antedicho por el Dr. Regis, “El Cielo y el Infierno” es una obra muy interesante, con la salvedad de los párrafos y expresiones controvertidos que acabamos de leer. Recomendamos especialmente la lectura de los siguientes capítulos de la primera parte:

  • I:    “El futuro y la nada”
  • II:   “El miedo a la muerte”
  • VI:  “Doctrina de las penas eternas”
  • VII: “Las penas futuras según el Espiritismo”
  • XI:  “Acerca de la prohibición de evocar a los muertos”

En cuanto a la segunda parte, toda ella es grandemente interesante:

  • I:     “La transición” En este capítulo, Kardec nos explica todo lo que ocurre en el momento de la muerte.
  • II:    “Espíritus felices”
  • IV:   “Espíritus en sufrimiento”
  • VI:   “Criminales arrepentidos”
  • VII:  “Espíritus endurecidos”
  • VIII: “Expiaciones terrenales”

Es muy conveniente una lectura atenta de las comunicaciones que componen la segunda parte de esta obra. Especialmente recomendables son los comentarios insertos por Allan Kardec. O sea, son comunicaciones interesantes comentadas por el Fundador del Espiritismo. No se puede pedir más.

D.K. – “¿Qué movió a Kardec a esa posición conciliatoria, procurando dar razones a la Teología, apenas creyendo que hubo una equivocación? ¿Sería todo una cuestión de palabras?

En verdad, según el Espiritismo, no existen el cielo, el infierno ni el purgatorio.

F.E. - Estamos totalmente concordes con estas aseveraciones. Y, abundando más, deberíamos -en el contexto espiritista, especialmente el divulgativo- evitar tales expresiones. El Espiritismo puede denominar con precisión cualquiera de esos conceptos sin necesidad de recurrir a las tipificaciones cristianas. Por ejemplo, para hablar de…, se podría decir…:

  • el infierno ► mundos inferiores
  • el purgatorio ► muchas situaciones de la erraticidad y la encarnación en mundos inferiores
  • el cielo ► mundos superiores
  • los demonios ► espíritus ignorantes, malvados, atrasados, inferiores…
  • ángeles y arcángeles ► espíritus instruidos, ilustrados, superiores…
  • recompensas ► situaciones positivas derivadas de un correcto comportamiento
  • castigos ► consecuencias negativas de nuestros errores
  • “rescate”, “pago” de deudas ► reequilibrio, neutralización, compensación de errores pasados
  • “dar luz”, “hacer caridad” a espíritus perturbados ► orientar a espíritus perturbados
  • “practicar”, “hacer” Espiritismo ► realizar reuniones mediúmnicas

D.K. – “Remendar paño viejo con paño nuevo es incompatible, ya lo dijo Jesús de Nazaret.[11]

Ángel no puede ser sinónimo de Espíritu puro.

F.E. - Unas palabras más acerca de los ángeles. En este momento los ángeles están de moda, en muchos contextos culturales y pseudo culturales de nuestro mundo. Y, parece, que esta moda también se acerca al Espiritismo. Repetimos, los ángeles, arcángeles y serafines no existen; de existir, serían unos seres especiales y, en Espiritismo, lo único que nos diferencia es el grado evolutivo, nada más.

Por todo ello, debe evitarse cuidadosamente la mención de estos conceptos en nuestras Asociaciones espiritistas, especialmente en lo que respecta al contexto divulgativo. De lo contrario se están confundiendo conceptos y se está induciendo a error a quienes nos escuchan o leen. En aras de la buena voluntad, no vale todo y no puede aceptarse todo, y si alguien, en nuestro ámbito, se empeña en divulgar estas inexactitudes hay que hacérselo entender y no propiciar con nuestra colaboración la diseminación de esas concepciones extrañas al Espiritismo.

D.K. – “El diablo no puede ser justificado como la condición de un espíritu imperfecto u obsesor.

El purgatorio no tiene sentido en la justicia divina, según el Espiritismo.


[1] “Las ciencias comunes se basan en las propiedades de la materia, que se puede experimentar y manipular a voluntad. Los fenómenos espiritas se fundan sobre la acción de Inteligencias que poseen su propia voluntad y nos prueban a cada instante que no están a disposición de nuestro capricho. Por tanto, las observaciones no pueden realizarse de la misma manera, sino que requieren condiciones especiales y otro punto de partida. Pretender someterlas a nuestros procedimientos de investigación convencionales equivale a establecer analogías inexistentes. En consecuencia, la ciencia propiamente dicha, como tal, es incompetente para pronunciarse sobre el Espiritismo.” (“El Libro de los Espíritus”, Introducción, VII)

[2] “Qué es el Espiritismo” se revela como una de las obras que con más atención reeditó Allan Kardec. La fue completando, en sus sucesivas ediciones, con numerosas referencias a sus otras obras. Al final del extensísimo capítulo primero de este libro, el propio Kardec recomienda su lectura como obra de iniciación al conocimiento espiritista: “La primera lectura es la del presente volumen, que expone el conjunto y los puntos más salientes de esta ciencia. Con eso es posible ya formarse una idea general y persuadirse de que en el fondo hay algo de serio. En esta rápida exposición nos hemos dedicado a señalar los puntos en que se debe concentrar particularmente la atención del observador. El desconocimiento de los principios básicos del Espiritismo es la causa de las falsas apreciaciones hechas por la mayoría de aquellos que están juzgando algo  que no comprenden, o que lo hacen conforme a sus preconceptos.”

[3] Segunda edición en 1865, ya con su título definitivo: “El Evangelio según el Espiritismo”

[4] “En cinco partes pueden dividirse las materias que los Evangelios contienen: Los actos ordinarios de la vida de Cristo, los milagros, las profecías, las palabras que sirvieron para establecer los dogmas de la iglesia, y la enseñanza moral. (…) Esta parte es el objeto exclusivo de la presente obra” (“El Evangelio según el Espiritismo”, Introducción,1)

[5] Texto resaltado en el original francés.

[6] Desde un punto de vista purista este subtítulo “La Justicia Divina según el Espiritismo”, hubiera sido un excelente    título para esta obra.

[7] “El Cielo y el Infierno”, cap. III, núm. 18

[8] “El Cielo y el Infierno”, cap. III, núm. 11

[9] “El Cielo y el Infierno”, cap. V, núm. 8

[10] “El Cielo y el Infierno”, cap. III, núm. 10

[11] “Nadie echa remiendo de paño recio en vestido viejo; de otra manera el mismo remiendo nuevo tira del viejo, y la rotura se hace peor” (Marcos, 2, 21)

 

 

Capítulo II – De lo Sensorial a lo Energético

1. Un largo camino recorrido

D.K. - “La sabiduría, la verdad y el análisis de los factores de la naturaleza fueron, durante siglos, puramente sensoriales.

Sensorialmente, la Tierra está parada y es el Sol el que parece circular en torno de ella. Esa sensación produjo la “revelación divina” defendida por la Iglesia de que había un cielo arriba y un infierno abajo. Y, en consecuencia, se pudo imaginar a Dios como una persona sentada en su trono.

Todo, durante siglos, fue concebido y vivido plácidamente, bajo ese horizonte limitado de los sentidos,

pero para entonces era satisfactorio.

El telescopio de Galileo Galilei mostró a la Tierra moviéndose y ese simple descubrimiento precipitó la investigación, la curiosidad y el saber humanos. De ahí en adelante, lo sensorial fue paulatinamente vencido por la experimentación. Mucho tiempo después Pasteur mostró el mundo microscópico, inexistente para el ojo, el tacto, el olfato, el oído y el paladar humanos.

En la era de la ciencia y de la tecnología, todo lo que era “sólido se disipa en el aire” y actualmente las investigaciones científicas derrumbaron el entendimiento de lo real, de la realidad y mostraron que vivimos en un universo energético, mutable y, no obstante, consolidado.

F.E. - Siempre le cabe -y le cabrá- a la Ciencia el papel de desentrañar los misterios de lo maravilloso y de lo sobrenatural, aspectos que nos han acompañado desde toda la historia de la humanidad, como hijos de la ignorancia. Al Espiritismo también le compete este cometido, aclarando y explicando la realidad mediúmnica, alejándola del oscurantismo y la incomprensión.

Probablemente será la Ciencia -con mayúsculas- la que demuestre, en el momento oportuno, la existencia del alma, como aspecto primordial de la comprensión de la realidad espiritual. Será la que acercará definitivamente al ser humano esos conceptos defendidos por el Espiritismo: la inmortalidad, la reencarnación, la comunicación con los espíritus,… Después se irán entendiendo los aspectos morales: la responsabilidad personal, la ley de causa y efecto, la ley de compensación moral,… Todo ello, sin duda, será consecuencia de un largo proceso de investigación física y psíquica.

Probablemente no será el Espiritismo, como tal, el que acompañe a la Ciencia en esta gran aventura. Sin embargo, sin duda alguna, las buenas ideas y las excelentes aportaciones de esta doctrina, persistirán y acompañarán ese proceso de descubrimiento, tal vez con otro ropaje. Hace ya muchos años (en 1895), Gabriel Delanne apuntaba esa posible realidad:

“Y así como el Magnetismo, vejado y menospreciado, ha concluido por forzar las puertas de las

Academias, así el Espiritismo, con un nombre que pida a préstamo, logrará al fin recibir la

consagración oficial.”
(“La Evolución Anímica”, cap. IV)

2. La última barrera


D.K.“En 1857, Allan Kardec, con el lanzamiento de “El Libro de los Espíritus”, agitó el campo controvertido de la naturaleza del ser humano, su destino y su potencialidad, derrumbando la última barrera sensorial: la muerte.

En 1868, once años después de publicar “El Libro de los Espíritus”, afirmó:

“Es una revolución total que habrá de operarse en las ideas; revolución tanto mayor y poderosa ya que no está circunscripta a un pueblo o a una casta determinada, sino que abarca simultáneamente el alma de todas las clases, nacionalidades y cultos” (“La Génesis”, cap. 1, apartado 20).

F.E. - Es cierto que las ideas espiritistas -con ese u otro nombre- deberán ser uno de los motores de esa revolución. Cuando las personas aceptan los postulados inmortalistas y reencarnacionistas han de cambiar de manera indefectible de actitud ante la vida, lo que acabará acarreando, con su generalización, una auténtica revolución moral.

D.K. – “Y agregó Kardec en la misma obra:

“El hecho de poder establecer comunicación con los Seres del Mundo Espiritual trae consigo consecuencias de la  mayor gravedad: es un mundo nuevo que se nos revela, un acontecimiento de la mayor importancia, puesto que ese mundo nos espera a todos, sin excepción. Este conocimiento al generalizarse, ocasionará profundas modificaciones en los hábitos, el carácter, las costumbres y las creencias, todo lo cual tiene una influencia enorme sobre las relaciones sociales.” (Ídem)

Como que el plano extrafísico es invisible a la mirada, se mantiene todavía la cultura sensorial. El instrumento para penetrar en ese plano es la mediumnidad y ella, por sus peculiaridades, es extremadamente vulnerable.

F.E. - “La mediumnidad es una planta delicada que para florecer necesita atentas precauciones y cuidados asiduos. Necesita método, paciencia, altas aspiraciones, sentimientos elevados. Necesita, sobre todo, la tierna solicitud del espíritu bueno que le prodiga su amor y le envuelve en sus fluidos vivificantes. Pero, casi siempre se le quiere hacer producir frutos prematuros, y desde aquel momento se desvía y se agosta bajo el soplo de los espíritus atrasados.”

Así enfatizaba Léon Denis (“En lo Invisible”, cap. V) esa vulnerabilidad de la facultad medianímica. Desde luego, fue el profesor Rivail quién comprendió la importancia de la dignificación de la mediumnidad, la cual pasa, sin duda, por un ejercicio noble y serio de la misma. Jon Aizpúrua en su “Tratado de Espiritismo” (cap. V) resalta las claves de una buena orientación de la mediumnidad:

“Conforme a las enseñanzas doctrinarias del Espiritismo, no se debe forzar la eclosión de la mediumnidad, pero sí debe ser orientada y disciplinada en tres vertientes fundamentales: moralización, culturización y tecnificación, todas las cuales propenden hacia un auténtico y pleno crecimiento espiritual del médium y de todos los participantes de las actividades mediúmnicas.”

Ojalá que esos buenos planteamientos de Kardec, Denis, Delanne, Aizpúrua y otros, pudiera ser una realidad en todas las agrupaciones espiritistas y en todos quienes sientan la sensibilidad mediúmnica. Siendo conscientes de que ello no es así, hay que esforzarse en una correcta divulgación de la teoría medianímica para favorecer esa adecuada comprensión.

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